Hoy cumplió dieciocho años una joya de nuestra familia. Una de esas personas sin las cuales la familia tendría menos valor. Por eso, el pasado sábado unos cuantos parientes nos pudimos juntar para celebrarlo. No faltó de nada: buen ambiente, buena comida, photocall, photomatón, vídeo, música y un juego: "Las doce pruebas de Paula". Nada, además del nombre, tuvieron que ver con las famosas "Doce pruebas de Hércules" ni con "Las doce pruebas de Astérix", las nuestras perseguían la diversión.
Lo cierto es que alguien había propuesto hacerle una yincana pero al tratarse de un espacio cerrado no daba mucho juego, así que mezclamos las pruebas de una yincana con el mítico concurso de televisión española "Un, dos, tres" y pasamos un rato divertido.
Al verme a mí con el micrófono en mano, echó manos a la cabeza y exclamó: "Oh, no, gramática ahora, no". ¡Qué mala fama tenemos los profesores de lengua que parece que vivimos con la gramática y la ortografía debajo de brazo!
Puedo prometer que no hubo ninguna pregunta de gramática, sí de matemáticas, cuándo no hay que resolver un problema, pero su voz de alarma me sirvió par pensar en aplicar el juego en clase, porque en una fiesta gramática no pega, pero en clase un juego da mucho juego.
La verdad es que lleva sus horas prepararlo, así que, dándoles vueltas he pensado en que sean los propios alumnos y alumnas quienes lo diseñen y luego lo pongan en práctica, eso sí, en clase deberán ser pruebas gramaticales o literarias, tipologías textuales, recursos estilísticos (que en una programación de Lengua Castellana y Literatura caben muchos pero muchos apartados y subapartados), del tipo: veinte adjetivos calificativos en treinta segundos; tres obras literarias españolas claves de la Edad Media; etc...
Para el evento yo lleva mi chuleta, tal que así...
Paula18
Un,
dos, un dos... probando, probando, probando; a ver, sí...
Buenas
noches, Paula, mira cuando tu madre anunció que te iba a organizar una fiesta
sorpresa de cumpleaños, se oyeron ideas de todo tipo, algunas descabelladas,
como una fiesta en un barco, fíjate tú, nosotros, que somos de tierra
adentro... (bueno, tenemos una bisabuela de la costa, tú una tatarabuela, la
abuela Manuela, algo nos tira).
Sin
embargo, entre esas ideas algunas no fueron tan locas. Alguien propuso hacer
una yincana. Voy a explicar este término que sé yo que aquí hay gente que no
sabe lo que es una yincana, por ejemplo, mi madre.
Una
yincana es un juego de destreza e ingenio, generalmente en un espacio libre,
generalmente por equipos, para conseguir un premio. Aquí no teníamos un espacio
libre, ni tampoco un premio, no te vayas a hacer ilusiones, pero dándole
vueltas consensuamos prepararte una
“pseudoyincana”. Ya te habrás fijado en las cajas, y en los carteles que
anuncian “Las doce PRUEBAS DE PAULA”.
Lo
siento, nena, no sólo has venido a cenar, también has venido a jugar y tienes
que conseguir que el resto juegue contigo. ¿Preparada? Are you ready?
PRIMERA CAJA. La primera prueba te la
hemos puesto muy pero que muy fácil, tienes 30 segundos, atención cronómetros,
bueno y tres comodines o cinco, los que hagan faltan. Lo dicho, tienes 30
segundos para conseguir besar a la persona que ha pensado en organizarte una
yincana y no he sido yo. El tiempo comienza ya, puedes besar a todos los que
quieras siempre y cuando entre ellos esté la persona que quiso organizarte este
juego.
Primera tarjeta. Si estamos leyendo esta
tarjeta es porque has superado la primera prueba, bien por ti, sabíamos que lo
conseguirías; pero ha sido demasiado fácil. Esto hay que complicarlo un poco
(hasta aquí puedo leer)
Bueno, tampoco vamos a complicarlo
tanto o sí, depende...
La
verdad, que 18 años han pasado en nada, en “Un, dos, tres”; por cierto un
programa de televisión española de mucho éxito. Programa que nació el mismo año
que tu madre y que duró hasta que tú tenías tres años.
A
ver, esto del un, dos, tres, también tengo que explicarlo, porque claro muchos
aquí nunca vieron el "Un, dos, tres"; por ejemplo, mi hijo.
"Un,
dos, tres" era un concurso donde en una primera
parte tres parejas competían entre ellas con preguntas de cultura general,
creo. El presentador/a de turno decía algo así como “Por veinticinco pesetas
cada una, dígannos el nombre de pintoras y pintores...”. La pareja que ganaba
pasaba a una segunda parte en la que podían llevarse un apartamento en la Manga
del Mar Menor en Murcia o en Torrevieja, Alicante; un coche o a nuestra querida
Ruperta (luego vino la Botilde). Bien, no sueñes, no nos llega el presupuesto
ni pa apartamento ni pa coche, nos llega pa jugar y justo. Eso sí, como no
superes las doce pruebas, nuestro regalo será el hijo de la Ruperta, el
calabacín Rupertín. Cuidado, aquí también tendremos a las SUPERTACAÑONAS, que
eran unas mujeres encargadas de estar muy atentas a que los concursantes no se
equivocasen. Y también teníamos azafatas (hoy descatalogado por sexista).
Y a partir de aquí, pues ya, las tarjetas y las cajas, doce pruebas, doce cajas, cada caja contenía un regalo, en la mesa se ponían dos cajas y había que eliminar una para que apareciese la siguiente prueba...
No sé si lo habréis adivinado, ella a la primera, la que viajaba camino a Creta cuando ella nació efectivamente era yo.