Papá Noel siempre ha llegado a
esta casa cargadito de libros. Los hay para todos los gustos (para los gustos
de los tres convivientes) y para casi todos los momentos. Vienen envueltos en
papel de regalo y con nombre asignado, pero, a veces, ocurre, como es sano, que
los libros se comparten.
Hace
ya tiempo que yo le proponía a mi heredero leer Momo, con ello quería acercarlo
a una lectura un poco más densa y seria
de lo que venía haciendo, subiendo poco a poco el nivel. Sin embargo, él no
parecía muy atraído a comenzar esa lectura. Pero, zas, llega Papá Noel y se lo
deja, nuevito, a estrenar y en tapa dura como a él le gustan, un libro de los
que apetece, vamos. Curiosamente, la maestra había hablado en clase de Momo y precisamente de esa edición, así pues, ya sobraban las razones para
que estas Navidades, Momo llegara a su vida.
El primer capítulo se hizo un poco
cuesta arriba, porque a pesar de que el comienzo es maravilloso y te reporta al
anfiteatro romano por excelencia y puedes echarle mucha imaginación, hay poca
acción y parece que va a ofrecer poco. Eh ahí cuando yo decido practicar lo que
siempre predico, leer al tiempo que él la misma obra. Bueno, al tiempo que él
es imposible, él siempre va unos capítulos por delante, siempre me adelanta por
la derecha y por la izquierda si hace falta.
Momo es, sin duda, una lectura para no hacer solo. Es
una lectura para hacer acompañado o acompasado de alguien con quien poder ir
comentando todo lo que va apareciendo, todo lo que vas interpretando, todo lo
que vas imaginando. Quizá esa misma maestra que lo recomendó en clase, debiera
plantearse leer Momo con ellos en el aula, menos libro de texto y
más lectura conjunta, comprensiva…quizás, quizás, quizás.
Antes
de que llegaran los RRMM había que tener terminado Momo porque así dábamos
pie a sus Majestades a dejarnos algún que otro libro para el largo el invierno
que tenemos por delante. Una vez leído nos planteamos hacer “knolling”, que vete
tú a saber qué significa eso ¿no?
“Knolling”: fotografiar objetos de
forma ordenada. Dichos objetos deben forman ángulos de noventa grados, y la
imagen debe captarse desde un plano cenital. Si aplicamos esto a una lectura,
se trata de hacer una composición, similar a un bodegón, con objetos que tengamos
por casa o podamos hacer sencillamente, relacionados con una lectura realizada.
Nuestro “knolling” de Momo.
Sobre una tabla que utilizamos para
apoyarnos para escribir, dibujar o incluso leer, colocamos en posición horizontal
o vertical algunos objetos relacionados con nuestra lectura de Momo.
Dicha tabla, como puede verse, tiene un asidero, un espacio destinado a colocar
nuestra mano y poder transportarla. Decidimos dejarlo en la foto por su valor
simbólico, la necesidad que tenemos de agarrarnos a las personas que nos
aportan algo, de estar con ellas, de compartir con ellas juegos, tiempo, risas,
confidencias, secretos, aventuras…
En un “knolling” de lecturas, parece
imprescindible que esté el ejemplar en el que hemos realizado nuestra lectura.
Como dije arriba, el ejemplar es una edición en tapa dura de la editorial
Alfaguara, muy bien editado, elegante, con una tipografía adecuada, un buen
interlineado y escasas ilustraciones. Un detalle este que ciertamente no nos
gustó mucho, nos habría alegrado más que la edición estuviese ilustrada.
El tiempo es importantísimo en esta
novela de fantasía, de ahí los tres relojes que aparecen en la fotografía.
Podríamos haber puesto muchos más y de distintos tipos, porque el reloj es por
antonomasia lo que asociamos al tiempo. Momo
pone de manifiesto cómo los adultos se obsesionan
en ganar tiempo, en ahorrar tiempo y, paradójicamente, siempre están faltos de
tiempo para jugar con sus hijos, para escuchar a los demás, para divertirse,
para disfrutar de sus días. Estas Navidades nos ha venido muy bien esta lectura
para reflexionar acerca del tiempo que nos dedicamos los unos a los otros, si
es un tiempo de calidad, por qué no nos dedicamos más…
Los Hombres Grises son los
antagonistas de esta historia. El Heredero los ha representado con un personaje
creado por él a partir de plastilina y piezas “Lego”. Los Hombres Grises
aparecen fumando constantemente. Eso es algo que a mí no me llama especialmente
la atención, pues he vivido rodeada de hombres que fumaban continuamente (salvo
mi “güelito” que lo dejó antes de que yo
naciera, creo que todos los hombres que recuerdo fumaban en mi infancia); sin
embargo, lo que son las cosas, al Heredero le llama poderosamente la atención
que los Hombres Grises fumen constantemente. Contraste de generaciones. (Luego
la obra explicará la razón de que fumen).
La Tortuga Casiopea es otro
personaje importante en la narración. Es el elemento mágico que ayudará a la
protagonista. Un personaje que nos ha cautivado a ambos y que no hemos querido
que faltara en la fotografía pues nos parecía que sin ella nada habría podido
salir bien. Es un personaje que aporta ternura y sabiduría. Pragmatismo
también.
Además, aparece entre nuestros
objetos la Flor de Pascua pues es típica de la Navidad y dado que lo hemos
leído estas Navidades nos parecía un guiño interesante. En la historia aparecen
unas atractivas “Flor de Horas” que serán un ingrediente perfecto para poner a
salvo a toda la humanidad. El hombre se está condenando en su obsesión de ganar
tiempo, de ahorrar tiempo.
Por último, después de reflexionar
durante mucho tiempo cómo podríamos simbolizar a la protagonista Momo, yo he
llegado a la conclusión de que mi Momo particular es mi hijo. Momo es una niña,
pero bien podría haber sido un niño. Momo simboliza todo aquello que nos ayuda
a no dejarnos perder el tiempo en cosas absurdas, en no empeñarnos en vivir
única y exclusivamente para conseguir más cosas materiales… Momo nos enseña que
lo importante de la vida es compartir momentos con quienes queremos,
divertirnos, disfrutar. Nos habla de la importancia de contar historias, de
imaginar, de soñar… Nos pone de manifiesto qué importante es que los niños jueguen,
no tanto con juguetes como con todo aquello que sale de su imaginación. Mi Momo,
sin duda, es Pablo.
Reflexionando y reflexionando nos
hemos dado cuenta de que nuestros “hombres grises” de hoy son todas las
pantallas. El tiempo que él está con su consola no es tiempo de juego imaginativo
y creativo; el tiempo en el que yo estoy con el móvil mirando las redes
sociales no es tiempo que podamos compartir y disfrutar juntos. Cuidado, hemos
llegado a la reflexión, pero a la vista está que ni él va a dejar su consola,
ni yo voy a dejar de embobarme con la pantalla del móvil. A veces, sabemos
dónde está el problema pero no es tan fácil salir de él.
La obra acaba con un breve epílogo
del autor, Michel Ende, alemán, siglo XX (1929-1995) en el que nos habla sobre
el narrador de la historia. Este breve epílogo nos ha servido en casa para diferenciar
entre autor -un señor real que paga impuestos- y un narrador -un elemento literario,
como los personajes, el tiempo, el espacio-, aquí lo dejo por si aquellas
maestras y maestros aludidos al principio deciden llevarlo a sus aulas y
enfatizar en esta cuestión.
Hay que leer Momo, los
niños y niñas de hoy deben leer esta obra, pero, sin duda, debemos leerla los
adultos y las adultas. Debemos leerla y reflexionar sobre el tiempo, en qué lo
gastamos y en qué lo deberíamos invertir, que no es lo mismo.
Gracias por llegar hasta aquí. Pero, bueno, si has llegado hasta aquí, quizá te convenga leer este pequeño párrafo... ¿qué es el éxito? ¿Es el éxito lo único importante en la vida? Esto es lo que opinan los Hombres Grises, ¿estás de acuerdo?
Me gusta el libro
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