jueves, 17 de enero de 2019

PASADO Y PRESENTE

La visita de hoy, jueves 17 de enero, de Ángeles Caso ha sido todo un éxito desde mi punto de vista. Cuando tenga las fotos y escuche los comentarios del alumnado os contaré algo. Algunos ya me han dicho que se les hizo muy corta y esa es la mejor señal para saber si los alumnos están a gusto, que se les haga corta.

En fin, cuando una actividad se acaba hay que empezar otra. ¿En qué voy a enfrascarme? En los microcuentos. Como ya he comentado por aquí este curso me he incorporado al profesorado del IES Alfonso II de Oviedo y resulta que en este centro el Departamento de Lengua Castellana y Literatura lleva años organizando un concurso de microcuentos.

Reconozco que son para mí una pasión desde hace mucho tiempo, un juego de ingenio digno de plantear en clase. Nunca los he dejado del todo pero ahora se me plantea la oportunidad de retormarlos con fuerza. Como siempre, el tiempo apremia porque el plazo del concurso expira en breve, así que no puedo demorarme más y tenemos que ponernos manos a la obra, "zapatero a tus zapatos" que esto va a comenzar.

No sé si recordáis que en otra entrada, la de Alma Guillermoprieto, os dije que otra profesora allí presente me felicitó. Lo hizo por una obra que pronto, estos próximos meses, cumplirá nada más y nada menos que quince primaveras. ¡Cómo pasa el tiempo! (Yo lo noto en mi cara, en mi cuerpo y en mi mente).

Era el año 2004 y yo trabajaba en el IES de Cangas del Narcea, impartía 2º de bachillerato (lo hice durante dieciocho cursos y alcanzada mi mayoría de edad, me decidí a dejarlo pensando que me liberaría de cierta tensión que supone estar siempre mirando al ingreso en la Universidad, no fue así, pero eso es otra historia) y 4º de la ESO, dos cuartos, y qué cuartos. Eran tan buenos, "en el buen sentido de la palabra bueno", y yo estaba tan encantada con ellos que les propuse escribir microcuentos, minificciones. ¡Un éxito! Un éxito era, la verdad, cualquier actividad que les presentabas. Esta lo fue porque al ver que les costaba arrancar, les dije, lo que digo siempre a los alumnos, escribe de lo que conoces bien. y ¿qué conoce bien un cangués? La Descarga.

Invitarlos a escribir y dibujar (ya entonces miraba yo el libro ilustrado) fue para ellos un placer y un estímulo, tanto que quienes todavía no habían cogido un bolígrafo lo hicieron. Lo que son estas cosas, ellos, ilusionados; yo, emocionada, contagiamos este espíritu a medio centro, o más, y surgió la magia...




Me chantajearon, lo sé; me dejé chantajear, lo saben... conseguimos que nos publicasen el libro y consiguieron que tuviese vía libre un viaje al Fórum Barcelona que anidaba en sus cabezas. Tan bien se portaron, tan bien salió todo, que el curso siguiente estábamos organizando el viaje de estudios a Grecia. Una delicia. Una lástima que no corran buenos tiempos para nada y que eso en educación se note, porque aún hay buenos grupos que conseguirían que profesores más jóvenes hiciesen viajes con ellos, proyectos...

Me he desviado del tema y he convertido esta entrada en un capítulo, cómo se llamaba, de aquella serie americana, donde tres mujeres compartían hogar con la madre de una de ellas, Sofía, que siempre retomaba un recuerdo con "Silicia, 19..." Después de mi "Cangas, 2004" retomo el tema, no sin antes deciros que nuestro Microcuentos que arden (título que pusimos al libro) hizo camino siendo el primero de lo que pretendía, y quizá pueda llegar a ser, una colección, pues cuatro años más tarde publicaron Caminos de ida y vuelta.



Vuelvo entonces al tema de los microcuentos. Hay muchas páginas web  hoy en día donde pueden encontrarse los ingredientes para un buen microcuento. Estos son:

Brevedad
Metaficción
Elipsis
Final sorprendente
Título "poderoso"



Un buen cocinero no puede hacer un plato sublime solo con tener unos ingredientes óptimos. Necesita crear una receta, la combinación. Esa receta, la de los buenos microcuentos, es tan secreta como la de Panoramix o la de esa bebida refrescante de cola. Desde luego, yo no la tengo. ¡Ay, si la tuviera!

Yo llevaré libros de microcuentos (ya conocéis mi tendencia de profe-sherpa) porque siempre se ha dicho (Ángeles Caso también lo dijo hoy) que para escribir hay que leer, leer a los grandes. Para mí un grande del microcuento es Eduardo Galeano, así que lo meteré en mi mochila, y también los Microcuentos que arden porque ver que otros cómo tú lo hicieron antes, anima.





Ahora, ya sabéis, si salen buenos microcuentos, no lo olvidéis, el secreto está en la masa. No es la mano que lleva los ingredientes, si no, el que sabe qué hacer con ellos, el que hace una receta sabrosa.

¡Ojalá ganen algún premio! (aunque siempre se diga que lo importante es participar, ganar estimula una barbaridad).




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