sábado, 18 de mayo de 2019

NINFAS ROTAS, ¡CUÁNTAS HAY!

GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Ninfa rota, Anaya, Madrid, 2019.



          El valor terapéutico de la escritura creo que es algo que no se puede negar. No sé si está científicamente demostrado, pero yo lo he comprobado por mí misma en más de una ocasión. Sentarse delante de una hoja en blanco (o cualquier otro color) y decidirte a poner en ella lo que te está ahogando, es un proceso liberador. A la hoja en blanco le dices, en la hoja en blanco escribes lo que no le dirías a nadie, probablemente no exagere, a nadie. Escribes lo que te sale de dentro sin pensar si parecerá mal, sin ser  políticamente correcta, sin reproducir mecánicamente lo que te han enseñado que debes hacer o decir.

            Ahora bien, ¿ser capaz de escribirlo, de leerlo después de tu puño y letra te hace cambiar? Eso no lo resuelve Gómez Cerdá en esta novela, más bien nos hace creer lo contrario, pero tampoco lo sé porque resulta que esta novela, si es que es una novela, no tiene final. El final lo tengo que poner yo, lo tienes que poner tú, lector, lectora. No hay final.

        Entonces volvemos atrás: ¿es una novela si no tiene final? ¿Dónde quedó aquello del planteamiento-nudo y desenlace que siempre nos hacen/hacemos estudiar?

¿Es una novela si es un diario que un psicólogo hace escribir a una chica que vive enamorada, locamente enamorada, de un maltratador?

¿Es una novela si algunos capítulos son poemas?

¿Es una novela si en muchos párrafos hay diálogos teatrales, esto es, teatro con personajes tomados de la mitología griega y latina?

¿Es una novela si en muchas ocasiones se limita a copiarnos los diálogos que la protagonista y el opresor, un chico de su clase, se envían por WhatsApp?

        Está claro que cada día los cajones están más revueltos y los géneros menos claros, las distancias se acortan hasta el hecho de convivir juntas en un mismo espacio, juntas en las páginas de un libro, por ejemplo de éste, Ninfa Rota. 

          Una de sus grandes maestrías es sin duda ésta. Una obra, una novela, en la que los adolescentes tienen muestra de tres diferentes géneros literarios. Hacerlo sin que resulte extraño, complicado, es lo que lo convierte en maestría.

          La temática, por otro lado, tremendamente atemporal. Pero hoy en día la tratamos, la ponemos sobre la mesa, la discutimos, nos enfrentamos a ella. ¿Puede una adolescente con una buena formación -ha crecido entre mitología y cuentos-, con una familia no desestructurada, con amigos, con todo, lo que se dice todo, enamorarse ciegamente de un descerebrado?

           Yo me echo a temblar pensando que sí y la novela no me lo desmiente, no tiene final, porque si lo quiero lo tengo que poner yo, y me he quedado pensando y pensando y pensando y no sé qué final ponerle. ¿Me ayudas tú?

      Ayúdame a poner ese final que todos querríamos seguramente, pero no lo olvidemos, como se cuenta en la novela, "Lo importante en la vida es el mientras tanto", porque mientras buscamos/pensamos cuál sería ese final (ella se desenamora / él cambia -un magnífico final para el mundo Disney-), mientras tanto, digo, en el mundo muchas chicas siguen sufriendo violaciones, agresiones físicas, psíquicas, vejaciones, abusos... algunas, como la protagonista de esta historia, en nombre del amor.

        Así que, mientras tanto, mientras se nos ocurre un final, hagamos algo en el presente. Se necesitan más Nereas, mi personaje favorito, sin duda.


Huyamos de quien dice: "No quiero que tengas esos amigos", hay muchas formas de decirlo.


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