martes, 21 de febrero de 2023

VILLA QUIJANO, EL CAPRICHO DE GAUDÍ.


    Los pequeños viajes son en ocasiones grandes inspiraciones, grandes momentos que hay que plasmar para dar a cada circunstancia su lugar en nuestra historia. A veces tendemos a viajar a sitios lejanos, exóticos, distantes en espacio y cultura; sin embargo, los viajes a lugares cercanos con los que podemos compartir historia y cultura contribuyen también a nuestro enriquecimiento personal.

        Teníamos unos días y no habíamos planeado nada. En nuestra mente solo cabía la palabra "descansar", escondernos un rato de la rutina para salir de nosotros mismos; pero siempre sucede que nosotros mismos somos nuestros propios fantasmas y nos aparecemos en todo momento. 

        Pasadas unas pocas horas del "descansar" ya mi cabeza maquinaba qué podíamos hacer. Así surge Comillas. Lo tenía en mente desde que en otro pequeño viaje, ya hace más de un año, conocimos la Casa Botines de León. La guía tan amable y cautivadora nos despertó la mirada hacia Gaudí y nos abrió el apetito a ver de nuevo, con nuevos ojos, la obra del arquitecto catalán. 

            No fue un domingo cualquiera, fue el domingo de Antroxu (Carnaval). Nos levantamos sin prisa y nos pusimos en dirección a esta villa cántabra. No era la primera vez que la visitábamos, pero sí la primera que lo hacíamos con el Heredero. La teníamos mediante fresca gracias a la película "Primos" con la que tantas risas nos hemos echado, ese "Sardinuca" se nos aparece también en ocasiones.

        Entramos por la playa, esperábamos un día soleado de febrero y no lo teníamos, pero tampoco hacía frío, así que directos a la playa, a pasear hasta el Puerto, a subir al mirador... a fantasear con el amplio horizonte. Todo con calma, sin prisa, respirando, sabiendo que Comillas está a hora  y media, que se puede volver cualquier otro domingo, que no hay que atosigarse en conocerlo todo.

            Conocimos el cementerio, aunque no somos mucho de visita a mausoleos, hay que reconocer que el de Comillas tiene algo especial, digno de ver. Guiados por su ángel nos acercamos hasta las letras de su nombre para hacer la fotografía de rigor que constata nuestra presencia en esta tierra. También desde el cementerio nos fijamos en el Parque Güell, en el que nunca habíamos reparado. La curiosidad comenzaba ya a picar con su aguijón. Otro Parque Güell en Comillas.

           Después nos fuimos al pueblo, a sorprendernos con sus casas montañesas, sus plazas, sus calles empedradas... aquí el sol ya empezaba a acompañar y las terrazas estaban llenas de público. No eran plazas bulliciosas, que seguramente el adjetivo se reserve para el verano, pero el ambiente era agradable y relajado.

            Comimos en una de esas terrazas y quiso la falta de originalidad hacernos probar el cachopo cántabro y la sidra de esa tierra. Claro, no nos gustó lo mismo que en casa, no nos vamos a engañar. La carne de Tudanca era rica, sin duda, tierna, pero la de ternera asturiana nos sabe mejor. Y la sidra, qué puedo decir de la sidra, que le faltaba fuerza. No pude probar las que vienen en botellín pequeño, pero sidra con plátano no llamaba tampoco mi atención.

            Tras la comida nos dirigimos al Capricho. Visita guiada. No era la misma guía que tanto nos impresionó en la Casa Botines, pero su trabajo estuvo impecablemente realizado. Y fue también capaz de sorprendernos con la creatividad reflejada por el arquitecto en esta construcción. Un capricho. Detalles y más detalles que saciaban nuestra curiosidad. Algunos de esos detalles aparecen en la historia que no pude dejar de comprar por su colorido en este libro.

Libro y visita recomendables para conocer más y mejor, para inspirarse y para inspirar, para sentir.

        Y ya tras el Capricho, y con la noche acechando nos acercamos hasta la Universidad Pontificia que dejaremos para otra visita, pues no habíamos reservado y no fuimos con prisas, lo que tienen los viajes no organizados, que siempre queda algo para la próxima visita. Lo cierto es que en nuestro paseo por el pueblo nos encontramos a una persona conocida que nos recomendó encarecidamente la visita a la Universidad Pontificia, así que queda pendiente para otra escapada a Comillas. 

            Claro, estar en Comillas y no ir a cenar a Santillana del Mar y a darse el paseo obligado habría sido delito, así que hacia allí nos encaminamos, no tiene mar, no es llana ni tampoco Santa, pero Santillana enamora y quien la sabe tan cerca no puede dejar de pasearla.

        Asturianos y asturianas nuestra vecina Cantabria es un destino ideal para sábados, domingos y festivos sin planes previos, pero, haced una visita antes al blog imanesdeviaje.com y documentaos, veréis todo lo enriquecedor que hay en Comillas para ver y visitar. 



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