Los hijos son una fuente de
sabiduría (además de una fuente de energía que alguien dijo que deberíamos
aprender a canalizar para sacarle partido). Con ellos aprendemos y
reaprendemos, porque debemos volver atrás en muchas ocasiones. Lo curioso del
caso es que mi hijo con tres años (será un niño raro) me presentó a mí, a un
poeta.
Un día volvió a casa del colegio y no paró de hablarme
del poeta Raúl Vacas. Había estado en su colegio. Tenía que comprarle “¡ya!”
dos libros suyos: Abecediario y Niños raros. (Si mi hijo me pide libros se los compro a pesar de todas
las críticas que pedagógicamente esto pueda suscitar). Esa insistencia en que
había que comprarle dos libros “¡ya!”; así como, la de que él de mayor iba a ser
poeta y no iba a dejar a ningún niño sin poder hacer su pregunta, me impactó y
quise, navegando, por supuesto, conocer al tal Vacas ¡ya! ¿Cómo podía haber
impactado tanto a mi niño de tres años? ¡Un poeta!
Si por algo mi hijo quería ser poeta y responder a todas
las preguntas de los niños era porque no le había escuchado su pregunta, claro.
Él quería saber dónde vivía un ser como ese que creaba esas fantásticas
historias, que tenía una enorme bombilla para las ideas, y un semáforo, y un “alicator”,
y... un montón de artilugios fascinantes más.
En la red encontré que Vacas y que su mujer Isabel Castaño
tenían una casa en Salamanca, “La Querida”, donde hacían talleres. Cual no fue
mi sorpresa al descubrir que iban a realizar un taller sobre el álbum ilustrado
Niños
raros escrito por Raúl Vacas e ilustrado por Tomás Hijo. Como cabría
esperar, llevamos a mi hijo a la casa del poeta. La experiencia, inolvidable.
Como inolvidable es perderse en Niños raros, un álbum
poético. Un álbum que al contrario de lo que suele ser habitual primero
nacieron las ilustraciones y a partir de ahí llegaron los poemas. Tomás Hijo
presentó a Raúl Vacas sus dibujos de “niños raros” y Raúl Vacas hizo todo un
tratado de poesía.
Si uno se limita a mirar sus ilustraciones, se queda en
lo infantil, seguramente, por el colorido, la tonalidad, por la propia
configuración de un niño alga o una niña búho (por cierto, en el taller también
estaba la compositora Chloé Bird que musicó algunos de estos poemas, búsquenla
en interné con su “Niña búho”, una delicia)... Sin embargo, la poesía es un
alarde de recursos: tautogramas, versos de cabo roto, ovillejos, romances,
cuaderna vía, sonetos, limericks, trabalenguas, décimas, jitanjáforas.
Este álbum nos invita a viajar por distintas formas poéticas pero también a
recordar que todos somos, y llevamos dentro, un niño raro.
Hablando de niños
raros, el curso pasado tuvimos la oportunidad de tener a Raúl Vacas en nuestro
centro, y comprendí a mi hijo. Un lujo.
La portada y la contraportada nos presentan a un burro,
¿cuál sería el niño burro? ¿Qué poema le escribirías tú?
¡Feliz lectura! (verbal y visual).
En Rodasviejas, Salamanca, "La Querida de Vacas y Castaño" |
Tomás Hijo y Pablo |
Nuestra Niña Manzana |
La Niña Búho |
Chloé Bird
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