Se me agolpan las ideas y no sé por dónde empezar. Voy a
iluminar el camino, marcarlo, para saber por dónde debo seguir y no dejarme
nada en el tintero. Novela juvenil o no; el lugar donde creces marca tu
carácter; y, la importancia de la lectura. Efectivamente aún no he dicho de qué
voy a hablar, o sobre qué voy a hacer el comentario, siempre es bueno empezar
por el principio, porque principios requieren las cosas. La casa en Mango
Street de Sandra Cisneros.
En la
contraportada de la edición de Debolsillo del grupo editorial Penguin Random
House, en su quinta reimpresión de 2025, traducida por la mexicana Fernanda
Melchor, reza lo siguiente: “Elogiada por la crítica, admirada por los lectores
de todas las edades y traducida a multitud de idiomas. La casa en Mango
Street cuenta la historia de Esperanza Cordero, una niña de padres
mexicanos que crece en la periferia de Chicago. En memorables viñetas, la
novela no solo muestra su barrio y su entorno familiar, sino que explora los
dilemas vinculados al descubrimiento de la sexualidad y las diferencias
sociales, para acercarnos al momento en que Esperanza decide tomar las riendas
de su destino.[…]”.
“…admirada
por los lectores de todas las edades…” El 2 de abril se celebra el Día
Internacional del Libro Infantil y Juvenil, un 2 de abril nació Hans Christian
Andersen, con motivo de tal efeméride, publiqué un pequeño reel en el que
anunciaba que mi próxima lectura juvenil sería esta de la que hablo aquí. A mi
amiga Natalia Menéndez el reel le trajo muchos recuerdos y tal vez una duda,
¿era literatura juvenil? La duda de Natalia se hizo mi duda. Mi primer
argumento fue que estaba en el catálogo de Penguin Random House para centros
escolares. Mi primer contraargumento fue que en dicho catálogo también había
libros que no eran literatura juvenil.
Mi primer
gran duda, ¿podemos dar la misma entidad a un libro infantil que a un libro
juvenil? ¿Pueden ir en el mismo nombre o verdaderamente tienen identidad
independiente? Por un lado, la literatura infantil; y por otro, la literatura
juvenil. Los jóvenes quieren separarse de los infantes, somos los adultos
quienes queremos prolongar su infancia, su inocencia, pero la adultez
incipiente acecha. Los jóvenes están a medio camino; no son niños, no son
adultos. Ellos quieren ser adultos y los adultos queremos que sean niños.
Leída la
obra, no es un libro infantil, ni de lejos. Pero sí podemos decir que sea un
libro juvenil si atendemos a muchos de sus aspectos: la protagonista es una
niña, no tan niña, que cuenta su paso por el mundo a una edad cercana a los
jóvenes. Lo hace desde la primera persona, desde la visión casi inocente de una
joven que empieza a dar sus primeros pasos en una vida que ya no la ve como tan
niña, aunque sea una niña.
La
narradora emplea una lengua de su edad, fácil de entender, directa,
prácticamente escribe como habla, con un lenguaje cercano, lleno de
coloquialismos y del color de la edad. Lejos del lenguaje juvenil actual
español, pero cercano a los jóvenes a quienes la lectura de la obra no les va a
resultar distante ni extraña, si bien es verdad que no es explícita en muchas
ocasiones y quedan en el aire, sugerentes a la lectura ciertos temas
escabrosos. No hay en el texto referencias difíciles ni extrañas a un joven, no
hay citas complicadas ni elucubraciones difíciles de desentrañar.
Los
capítulos son breves, viñetas dicen en la contraportada, podrían ser
prácticamente independientes, escenas de una serie, apuntes rápidos de momentos
sugerentes para construir a partir de ellos todo un universo. Esta
característica también la hace cercana a la literatura juvenil, junto a la
extensión breve de todo el conjunto de escenas planteadas. Esta narrativa en
breves secuencias es un atractivo más para los jóvenes lectores que buscan
siempre elementos nuevos en los que explorar (aunque tengo la sensación de que
a los jóvenes de hoy en día, les gustan las extensas sagas llenas de precuelas
y secuelas).
La
temática de la obra es universal: el crecimiento personal de una niña, de una
joven, sus amistades, sus relaciones con los adultos, la búsqueda de esa
identidad a partir de lo que los demás dicen o ven en nosotros. La búsqueda de
ese lugar en el mundo tan necesario para cada uno de nosotros y no siempre tan
fácil de encontrar. La lucha interna con lo que nos rodea y lo que queremos
para nosotros. La sexualidad también está presente en la obra. La condición de
la mujer, de ciertas mujeres en ciertas partes del mundo.
Por otro
lado, la obra nos presenta una realidad cultural distinta a la que nos muestran
las grandes series americanas. Nos muestra una realidad, la de una joven a
caballo entre dos culturas, dos formas de entender y vivir la vida: la
americana y la hispana.
A
diferencia de la literatura infantil con finales cerrados y felices, esta obra
no tiene un final cerrado como tal, aunque se le presupone un final feliz
cuando la joven se convierta definitivamente en mujer, pues la hemos visto
crecer y rechazar de alguna manera todo aquello que puede ser perjudicial para
su futuro. La hemos visto rechazar a esas niñas que se casan jóvenes y viven
encerradas en casas a expensas de lo que su marido diga. Lejos de sus amigos y
amigas porque no les gustan a su marido; que no tienen un desarrollo personal y
se encierran en las cárceles de cristal que sus maridos fabrican para ellas.
Mientras
empezaba a conocer a Esperanza Cordero, la protagonista, que menudo nombre,
Esperanza por su abuela y quién fue su abuela, pero también por todo lo que
supone para unas niñas-mujeres en un espacio del mundo; y Cordero, me pregunto
yo, si por el corderillo tierno y dulce en el que todos pensamos al oír el
término “cordero”; así imaginamos a esta niña, así vemos que la ven hombres
sucios que quieren que los bese; así la ven los niños con los que su amiga la
deja… como un indefenso corderito; recordaba yo, salvando mucho las distancias
al protagonista de El guardián entre el centeno. Una voz joven y
confundida. Son muchas las distancias que separan a ambos protagonistas, pero
algo en mí, me llevaba a pensar en Holden Caulfield mientras escuchaba la voz
interior de Esperanza Cordero. A fin de cuentas, son dos jóvenes en un mundo
hostil que reflexionan sobre la identidad en la etapa de la adolescencia.
Efectivamente, en la novela objeto de comentario aquí queda reflejada la
situación de la mujer, aspecto este no desarrollado en El guardián entre
el centeno.
A mí duda
inicial sobre si puede ser consideraba una novela juvenil La casa en
Mango Street la respuesta es sí. Es una novela juvenil que deben leer
los adultos por el conocimiento del mundo que les puede ofrecer, por las
reflexiones a las que te invita y porque te permite pensar en cómo fue tu
infancia y tu paso desde ese momento hasta la adultez. Al menos a mí me trajo a
la memoria mi barrio, el barrio en el que crecí.
Crecí en
un barrio pobre, de los barrios peor considerados de Avilés. Un barrio en el
que muchos estaban o habían estado en la cárcel. En el que algunas familias
eran conocidas en Avilés por sus delitos, infundían miedo por donde pasaban
porque ellos no tenían miedo ni respeto a nada ni a nadie. Un barrio duro a
juicio de muchos. Sin embargo, un barrio al que yo le guardo un gran recuerdo y
un entrañable cariño.
Es cierto
que había familias que sufrían y hacían sufrían, que vivían al margen de la
ley, pero no tocaban a los del barrio. Los veías pasar por delante de tu casa y
sabías que infundían miedo, que tenían un nombre hecho por sus barbaridades,
pero no tenías miedo porque tú sabías quiénes eran ellos y ellos sabían quién
eras tú. No tengo ninguna mala experiencia vivida en el barrio.
Había
familias pobres, con padres alcohólicos y desgracias varias; pero había
familias honradas de personas trabajadoras, adoctrinadas, que cumplían con
todas las obligaciones impuestas por los superiores, que respetaban y que
soñaban con un mundo mejor para sus hijos y peleaban por ello. Crecer en el
barrio fue crecer en el barrio de los que la cultura del esfuerzo, del tesón,
del empeño, y de los sueños te pone en el mundo. Es el barrio en el que como
dicen en el Lazarillo de Tormes cuanto mérito tiene el siendo
bajo sube y qué poco tiene el que está arriba. Tuve la suerte de pertenecer a
una de esas familias de trabajadores que aspira a un mundo mejor. Tengo la
suerte de tener un padre que siempre pensó que su hijo y su hija debían tener
las mismas oportunidades.
Mi barrio,
el barrio de mi infancia, el barrio en el que di el salto de la infancia a la
adolescencia, La Carriona, en Avilés. El barrio con uno de los mejores
cementerios de Asturias, y no por todos esos jóvenes que murieron víctimas de
la mala cabeza, las malas circunstancias, la poca fortuna; sino por los
mausoleos de las grandes fortunas. El barrio en el que descansa Palacio Valdés
fue un barrio de gentes pobres que tuvieron que luchar duro para sacar adelante
a sus familias. Muchas lo hicieron.
A ese
barrio con tal mal renombre llegaba el BIBLIOBUS (por supuesto, había colegio).
Era yo muy niña y llegaba el autobús convertido en biblioteca. Allí iba yo
acompañada de mi hermano a buscar libros infantiles con los que pasar las
tardes. Pasados los años, y cercana al famoso cementerio, nació la Biblioteca
del barrio, de ella saqué yo prácticamente toda la colección de Los Cincos,
gracias a ella llegué yo a los libros clásicos y actuales del momento, a las
novelas juveniles y a todo lo que el bibliotecario nos recomendaba, a todo lo
que los profesores decían que debíamos leer.
A
Esperanza Cordero la salvan los libros; a muchos otros nos han salvado los
libros. Los libros nos abren puertas y ventanas a un mundo diferente al
nuestro. Un mundo que a veces es mejor conocer solo a través de las historias
de los libros. Un mundo que existe a veces no tan lejos de nuestras casas. Por
eso es bueno leer La casa en Mango Street, porque nos abre
ventanas, pequeños ventanucos para que podamos ver vidas que es mejor ver en
los libros; pero nos abre, lo más importante, la puerta a los libros como
elementos mágicos que podrán salvarnos. Muchas son las historias en los que los
libros nos salvan: La princesa
prometida (la lectura del
abuelo es sanadora); La
historia interminable y muchos
otros; incluso El Quijote, ¿por qué acaso no le da más vida a don Alonso
Quijano salir por el mundo que quedarse encerrado en su pueblo del que ni
quiere acordarse?
Libros y
más libros. Lee, y lee La casa en Mango Street tengas la
edad que tengas, digan o no que es juvenil no solo porque en la portada
aparezca un globo sino porque aprenderás y te harás más fuerte.
“Un día empacaré mis bolsas de libros y papeles. Un día me
despediré de Mango. Soy demasiado fuerte para que retenga aquí para siempre. Un
día me marcharé”.
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