sábado, 19 de abril de 2025

EL BARRIO

Se me agolpan las ideas y no sé por dónde empezar. Voy a iluminar el camino, marcarlo, para saber por dónde debo seguir y no dejarme nada en el tintero. Novela juvenil o no; el lugar donde creces marca tu carácter; y, la importancia de la lectura. Efectivamente aún no he dicho de qué voy a hablar, o sobre qué voy a hacer el comentario, siempre es bueno empezar por el principio, porque principios requieren las cosas. La casa en Mango Street de Sandra Cisneros.

              En la contraportada de la edición de Debolsillo del grupo editorial Penguin Random House, en su quinta reimpresión de 2025, traducida por la mexicana Fernanda Melchor, reza lo siguiente: “Elogiada por la crítica, admirada por los lectores de todas las edades y traducida a multitud de idiomas. La casa en Mango Street cuenta la historia de Esperanza Cordero, una niña de padres mexicanos que crece en la periferia de Chicago. En memorables viñetas, la novela no solo muestra su barrio y su entorno familiar, sino que explora los dilemas vinculados al descubrimiento de la sexualidad y las diferencias sociales, para acercarnos al momento en que Esperanza decide tomar las riendas de su destino.[…]”.

              “…admirada por los lectores de todas las edades…” El 2 de abril se celebra el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, un 2 de abril nació Hans Christian Andersen, con motivo de tal efeméride, publiqué un pequeño reel en el que anunciaba que mi próxima lectura juvenil sería esta de la que hablo aquí. A mi amiga Natalia Menéndez el reel le trajo muchos recuerdos y tal vez una duda, ¿era literatura juvenil? La duda de Natalia se hizo mi duda. Mi primer argumento fue que estaba en el catálogo de Penguin Random House para centros escolares. Mi primer contraargumento fue que en dicho catálogo también había libros que no eran literatura juvenil.



              Mi primer gran duda, ¿podemos dar la misma entidad a un libro infantil que a un libro juvenil? ¿Pueden ir en el mismo nombre o verdaderamente tienen identidad independiente? Por un lado, la literatura infantil; y por otro, la literatura juvenil. Los jóvenes quieren separarse de los infantes, somos los adultos quienes queremos prolongar su infancia, su inocencia, pero la adultez incipiente acecha. Los jóvenes están a medio camino; no son niños, no son adultos. Ellos quieren ser adultos y los adultos queremos que sean niños.

              Leída la obra, no es un libro infantil, ni de lejos. Pero sí podemos decir que sea un libro juvenil si atendemos a muchos de sus aspectos: la protagonista es una niña, no tan niña, que cuenta su paso por el mundo a una edad cercana a los jóvenes. Lo hace desde la primera persona, desde la visión casi inocente de una joven que empieza a dar sus primeros pasos en una vida que ya no la ve como tan niña, aunque sea una niña.

              La narradora emplea una lengua de su edad, fácil de entender, directa, prácticamente escribe como habla, con un lenguaje cercano, lleno de coloquialismos y del color de la edad. Lejos del lenguaje juvenil actual español, pero cercano a los jóvenes a quienes la lectura de la obra no les va a resultar distante ni extraña, si bien es verdad que no es explícita en muchas ocasiones y quedan en el aire, sugerentes a la lectura ciertos temas escabrosos. No hay en el texto referencias difíciles ni extrañas a un joven, no hay citas complicadas ni elucubraciones difíciles de desentrañar.

              Los capítulos son breves, viñetas dicen en la contraportada, podrían ser prácticamente independientes, escenas de una serie, apuntes rápidos de momentos sugerentes para construir a partir de ellos todo un universo. Esta característica también la hace cercana a la literatura juvenil, junto a la extensión breve de todo el conjunto de escenas planteadas. Esta narrativa en breves secuencias es un atractivo más para los jóvenes lectores que buscan siempre elementos nuevos en los que explorar (aunque tengo la sensación de que a los jóvenes de hoy en día, les gustan las extensas sagas llenas de precuelas y secuelas).

              La temática de la obra es universal: el crecimiento personal de una niña, de una joven, sus amistades, sus relaciones con los adultos, la búsqueda de esa identidad a partir de lo que los demás dicen o ven en nosotros. La búsqueda de ese lugar en el mundo tan necesario para cada uno de nosotros y no siempre tan fácil de encontrar. La lucha interna con lo que nos rodea y lo que queremos para nosotros. La sexualidad también está presente en la obra. La condición de la mujer, de ciertas mujeres en ciertas partes del mundo.

              Por otro lado, la obra nos presenta una realidad cultural distinta a la que nos muestran las grandes series americanas. Nos muestra una realidad, la de una joven a caballo entre dos culturas, dos formas de entender y vivir la vida: la americana y la hispana.

              A diferencia de la literatura infantil con finales cerrados y felices, esta obra no tiene un final cerrado como tal, aunque se le presupone un final feliz cuando la joven se convierta definitivamente en mujer, pues la hemos visto crecer y rechazar de alguna manera todo aquello que puede ser perjudicial para su futuro. La hemos visto rechazar a esas niñas que se casan jóvenes y viven encerradas en casas a expensas de lo que su marido diga. Lejos de sus amigos y amigas porque no les gustan a su marido; que no tienen un desarrollo personal y se encierran en las cárceles de cristal que sus maridos fabrican para ellas.

              Mientras empezaba a conocer a Esperanza Cordero, la protagonista, que menudo nombre, Esperanza por su abuela y quién fue su abuela, pero también por todo lo que supone para unas niñas-mujeres en un espacio del mundo; y Cordero, me pregunto yo, si por el corderillo tierno y dulce en el que todos pensamos al oír el término “cordero”; así imaginamos a esta niña, así vemos que la ven hombres sucios que quieren que los bese; así la ven los niños con los que su amiga la deja… como un indefenso corderito; recordaba yo, salvando mucho las distancias al protagonista de El guardián entre el centeno. Una voz joven y confundida. Son muchas las distancias que separan a ambos protagonistas, pero algo en mí, me llevaba a pensar en Holden Caulfield mientras escuchaba la voz interior de Esperanza Cordero. A fin de cuentas, son dos jóvenes en un mundo hostil que reflexionan sobre la identidad en la etapa de la adolescencia. Efectivamente, en la novela objeto de comentario aquí queda reflejada la situación de la mujer, aspecto este no desarrollado en El guardián entre el centeno.

              A mí duda inicial sobre si puede ser consideraba una novela juvenil La casa en Mango Street la respuesta es sí. Es una novela juvenil que deben leer los adultos por el conocimiento del mundo que les puede ofrecer, por las reflexiones a las que te invita y porque te permite pensar en cómo fue tu infancia y tu paso desde ese momento hasta la adultez. Al menos a mí me trajo a la memoria mi barrio, el barrio en el que crecí.

              Crecí en un barrio pobre, de los barrios peor considerados de Avilés. Un barrio en el que muchos estaban o habían estado en la cárcel. En el que algunas familias eran conocidas en Avilés por sus delitos, infundían miedo por donde pasaban porque ellos no tenían miedo ni respeto a nada ni a nadie. Un barrio duro a juicio de muchos. Sin embargo, un barrio al que yo le guardo un gran recuerdo y un entrañable cariño.

              Es cierto que había familias que sufrían y hacían sufrían, que vivían al margen de la ley, pero no tocaban a los del barrio. Los veías pasar por delante de tu casa y sabías que infundían miedo, que tenían un nombre hecho por sus barbaridades, pero no tenías miedo porque tú sabías quiénes eran ellos y ellos sabían quién eras tú. No tengo ninguna mala experiencia vivida en el barrio.

              Había familias pobres, con padres alcohólicos y desgracias varias; pero había familias honradas de personas trabajadoras, adoctrinadas, que cumplían con todas las obligaciones impuestas por los superiores, que respetaban y que soñaban con un mundo mejor para sus hijos y peleaban por ello. Crecer en el barrio fue crecer en el barrio de los que la cultura del esfuerzo, del tesón, del empeño, y de los sueños te pone en el mundo. Es el barrio en el que como dicen en el Lazarillo de Tormes cuanto mérito tiene el siendo bajo sube y qué poco tiene el que está arriba. Tuve la suerte de pertenecer a una de esas familias de trabajadores que aspira a un mundo mejor. Tengo la suerte de tener un padre que siempre pensó que su hijo y su hija debían tener las mismas oportunidades.

              Mi barrio, el barrio de mi infancia, el barrio en el que di el salto de la infancia a la adolescencia, La Carriona, en Avilés. El barrio con uno de los mejores cementerios de Asturias, y no por todos esos jóvenes que murieron víctimas de la mala cabeza, las malas circunstancias, la poca fortuna; sino por los mausoleos de las grandes fortunas. El barrio en el que descansa Palacio Valdés fue un barrio de gentes pobres que tuvieron que luchar duro para sacar adelante a sus familias. Muchas lo hicieron.

              A ese barrio con tal mal renombre llegaba el BIBLIOBUS (por supuesto, había colegio). Era yo muy niña y llegaba el autobús convertido en biblioteca. Allí iba yo acompañada de mi hermano a buscar libros infantiles con los que pasar las tardes. Pasados los años, y cercana al famoso cementerio, nació la Biblioteca del barrio, de ella saqué yo prácticamente toda la colección de Los Cincos, gracias a ella llegué yo a los libros clásicos y actuales del momento, a las novelas juveniles y a todo lo que el bibliotecario nos recomendaba, a todo lo que los profesores decían que debíamos leer.

              A Esperanza Cordero la salvan los libros; a muchos otros nos han salvado los libros. Los libros nos abren puertas y ventanas a un mundo diferente al nuestro. Un mundo que a veces es mejor conocer solo a través de las historias de los libros. Un mundo que existe a veces no tan lejos de nuestras casas. Por eso es bueno leer La casa en Mango Street, porque nos abre ventanas, pequeños ventanucos para que podamos ver vidas que es mejor ver en los libros; pero nos abre, lo más importante, la puerta a los libros como elementos mágicos que podrán salvarnos. Muchas son las historias en los que los libros nos salvan: La princesa prometida (la lectura del abuelo es sanadora); La historia interminable y muchos otros; incluso El Quijote, ¿por qué acaso no le da más vida a don Alonso Quijano salir por el mundo que quedarse encerrado en su pueblo del que ni quiere acordarse?

Libros y más libros. Lee, y lee La casa en Mango Street tengas la edad que tengas, digan o no que es juvenil no solo porque en la portada aparezca un globo sino porque aprenderás y te harás más fuerte.

 

“Un día empacaré mis bolsas de libros y papeles. Un día me despediré de Mango. Soy demasiado fuerte para que retenga aquí para siempre. Un día me marcharé”.

 

Sobre el verde esperanza

 

 


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