ESTE LIBRO ES UN REGALO. ESTE REGALO ES UN ACIERTO.
Este libro me lo han regalado. Quien me lo ha regalado tenía
todo a su favor para acertar con este libro:
PRIMERO. El título, pues soy una de esas personas que
disfruta celebrando sus cumpleaños.
SEGUNDO. Relato breve, porque la vida no da para novelones
eternos (al menos no mi vida).
TERCERO. El libro-objeto. Un libro delicadamente editado,
espléndidamente ilustrado, tapa duda, marcapáginas, buen papel … ah, y para los
de cierta edad, letra grande.
El mundo se divide (y nosotros nos enamoramos, parafraseando
“Casablanca”) entre quienes tienen una ideología u otra; los altos y los bajos…
bla…bla…bla, pero también entre los que no sienten nada especial el día de su
cumpleaños (a los que me cuesta creer, incluido a uno que tengo muy cerca.
Murakami que dice no sentir nada especial el día de su cumpleaños tiene, en
cambio, su especial celebración) y los que creemos que es una injusticia tener
que ir a trabajar el día de nuestro cumpleaños. No porque en el trabajo nadie
lo quiera celebrar con nosotros, sino porque pensamos que el día de nuestro
cumpleaños todo debe girar de otra manera, todo debe de ir a nuestro son y no
al que marcan las rutinas. A mí edad sigo sin resignarme a sentirme molesta por
tener que ir a trabajar el día de mi cumpleaños. Tampoco quiero entrar en clase
celebrándolo porque a fin de cuentas ¿por qué no habríamos de celebrar los de
todos los que componemos ese grupo? Mi raciocinio me dice que no debemos perder
unas veinticinco horas en la vida de estudiante (unas cinco clases de sintaxis,
cinco de morfología, cinco de ortografía, cinco de léxico y cinco de
comprensión textual, más menos y a voz de pronto, callar, callar, si tenemos
que meter la literatura, la Historia de la Literatura, la gramática del texto…)
al curso, puesto que entonces quizá no erradicaríamos las faltas de ortografía
del mundo, o bien, no acabaríamos de discernir correctamente un sujeto léxico o
quién sabe igual lo que es peor igual igual igual si prescindimos de esas horas
de docencia seguiríamos sin saber que “yo” es un pronombre personal tónico. El
caso es que hasta ahora no lo hecho, pero quién sabe, tal vez después de ver
una vez mi cuerpo herido, una vez más reflexionado que lo primero es vivir y
disfrutar de cada momento, quizá decida cuando vuelva que celebraremos todos
los cumpleaños. Si es tu cumpleaños tú decides qué hacemos lingüísticamente.
Cierto. Soy una privilegiada. Yo puedo derivar mi trabajo y hacer de mi
cumpleaños una celebración, pero eso no puede hacerlo cualquier. En fin,
recurriré a lo que dije siempre que me recuerdan lo de los dos meses de
vacaciones “cada año hay oposiciones, oposita”
No estoy
aquí para hablar de lo vapulada que está nuestra profesión. Estoy aquí, en
principio, para hablar de celebrar o no celebrar el cumpleaños. Para mí es
importante, muy importante celebrarlo. ¿A qué se debe? Pues a que seguramente
cuando aún no había cumplido veinte años mi mejor amiga murió. Un tema del que
evito hablar, pues, aunque han pasado ya de esto treinta y dos años, sigue
haciéndome mucho daño. Ella aún no tenía veinte; yo acababa de cumplir los
dieciocho. Éramos más que amigas. Hasta ese momento todos los acontecimientos
de nuestra vida habían transcurrido juntas. Una historia así no se olvida. A
una persona como ella no la puedo olvidar. Ella era de disfrutar, de vivir, de
reír, de bailar, de cantar, y la vida se la llevó sin consuelo, haciéndola
sufrir, haciéndola ver venir el fatal desenlace durante dos dolorosos años.
Ella evitó en todo momento que la tonta de su amiga se diese cuenta y siguió
haciéndome disfrutar como si nada de aquello estuviera sucediendo.
Por esa
lección de vida, porque lo importante no es cuántos se cumplan, si no, cumplir.
Yo celebro todos mis cumpleaños. Hasta que nació mi hijo hacía grandes fiestas
con amigos. Con sorpresas. Más de uno de las recuerda. Mis fiestas de
cumpleaños estaban llenas de detalles para todos mis invitados, porque la
celebración era estar con ellos más que el hecho de los años. Cuando nació mi
heredero, ya tenía dos cumpleaños que celebrar, evidentemente, nací a la vida,
a mi segunda vida con él.
¡Anda!
Pero si yo aquí no vine a hablar de mis cumpleaños, sino del libro, del libro
“La chica del cumpleaños”. A la chica del cumpleaños no le gusta trabajar el
día de su cumpleaños. En su vigésimo cumpleaños las cosas se torcieron y no
tuvo más remedio que asistir a su puesto de trabajo. El cumpleaños, el de ella
y el de todos, para mí, es mágico, su vigésimo cumpleaños fue cuando menos
curioso.
El breve
relato está contado aparentemente como un relato clásico, un relato antiguo,
pero no, hay unos diálogos entre el narrador y la protagonista que dan un aire
moderno y actual a este cuento del siglo XXI, que me recuerdan a Paul Auster y El
cuento de Navidad de Auggie Wren, por ejemplo, cuentos de entonces y de
ahora, cuentos de hadas del tiempo en que vivimos.
En cuanto
a la edición, Tusquets, como siempre, no arriesga. Las ilustraciones en tonos
rojos y rosas nos acercan a esa protagonista veinteañera. Las imágenes que se
confunden, los planos que se mezclan, las líneas definidas son un acierto de
Kat Menschik para este relato. No cuentan la historia por sí misma, pero la
acompañan y realzan esos detalles simbólicos que Murakami dibuja en su relato.
En mi
próximo cumpleaños querría irme a cenar a la habitación 604 de un hotel
cualquiera de un lugar cualquiera y pedir un deseo. No va a ocurrir porque mi
próximo cumpleaños caerá de jueves, porque no cumpliré veinte años y porque
realmente no sabría elegir un único deseo, aunque si me lo preguntan ahora
tengo claro que sería la salud para todas las personas que forman mi círculo y,
por supuesto, para mí.
Creo que leí este relato hace años, en el libro ‘Sauce ciego, mujer dormida’. Me gustan mucho algunas novelas cortas de Murakami, pero sus obras mayores me dejan siempre un regusto a mezcolanza, como si agitara un cóctel con demasiados ingredientes y al resultado le faltase equilibrio. Es curioso, aunque coincido en la base de tu reflexión sobre los cumpleaños, en lugar de alegría me provocan nostalgia, tanto los míos como los ajenos. Un saludo.
ResponderEliminarConfieso que no he hecho tantas lecturas de Murakami como para permitirme hacer una valoración. Seguramente esta historia de "La chica del cumpleaños" esté en el libro que mencionas. Mi ejemplar es de una única historia, la del título, ilustrada. Es uno de esos libro-álbumes, libro-objeto. Además incluye una reflexión del autor acerca de los cumpleaños. Tomaré nota del título de relatos que mencionas. Muchas gracias.
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