En mi historia personal hay dos formas de leer un libro:
profesionalmente, lo que implica documentarme por aquí y por acullá; y,
personalmente, lo que significa que no leo nada previo, a veces, es cierto, ya
he leído algo previo porque conozco a la autora o al autor, porque es de manual…
Este libro Número dos, lo he leído de la segunda de las maneras, sin
conocimiento previo. Foenkinos me sonaba pero lo cierto cierto es que no lo
asociaba a nada en concreto. ¿Por qué lo elegí entonces?
Francamente por la portada. Mi heredero tiene cierto parecido
con Harry Potter, (sí, con Harry Potter, porque después de leído este libro
tampoco acierto a recordar con seguridad el nombre del actor que hay bajo el
personaje de Harry Potter, David, Daniel) y verlo en aquel escaparate me obligó
a llevármelo a casa, a recogerlo de allí.
Buscaba sin buscar (porque en la estantería me esperan un montón
de lecturas por hacer) algo que me viniera bien en esta circunstancia que me
toca vivir, algo que me entretuviera sin hacerme pensar demasiado, algo que me
divirtiese sin hacer reír -porque sabía que reír me haría
sufrir/llorar/padecer-. Así que a la idea de ver a mi Heredero en aquella
portada, en aquel escaparate se unieron las frases de las solapas, especialmente
una, “Un relato vivo, mordaz y divertido”.
Relato vivo es. Avanza, las fragmentaciones no son extensas,
todo sucede rápido, sin divagaciones, pero lo cierto es que no tengo la
sensación de que sucedan muchas cosas, o sí, pero no son temas distintos a los
que se pueden encontrar en cualquier recetario para hacer algo comercial.
Mordaz, sin duda. Pero, ¿divertido? ¿Divertido en qué sentido? ¿En qué sentido
puede ser divertido ver a una persona sumirse en la soledad? ¿Ver morir a un
padre? ¿Sufrir el acoso de un padrastro y su hijo? ¿Qué puede haber de
divertido en no encontrar reposo? ¿Llegar al éxtasis para caer al vacío sin
red?
Ciertamente al haberme quedado con la palabra “divertido” de
esa solapa me ha decepcionado y mucho. Luego, reflexiono y pienso en aquello de
que no hay libro malo, que a todo libro se le puede encontrar algo. Desconozco si
hay una base de realidad en toda esta historia, si este tal Martin vivió algo
parecido a lo que se cuenta aquí, si su vida fue como se relata en la novela.
Si es ficción, mis felicitaciones al autor por haberse planteado cómo se siente
el segundo. Quizá apoyado en la idea de los deportistas de que la plata nunca
es la medalla deseada sino la detestada porque te recuerda que no fuiste el
primero, (te recuerda siempre que perdiste aquel partido, aquel encuentro),
cree toda esta historia de soledad, de autorechazo.
De bueno, claro, todas las referencias a la cultura, al cine,
a la música, al arte, e implícitamente a la literatura, porque la lectura de la
obra a mí me ha robado unas horas al tedio del reposo. Hay frases que debí,
seguramente, haber subrayado, pero cuando una lee por placer no suele tener un
lápiz a mano, (o sí y esa una no soy yo).
De todo el libro me quedo, sin duda, con que me ha dejado reflexionando
sobre el hecho de ser el número dos, el número no elegido, el número rechazado,
el que se ha quedado por poco a las puertas de lo que siente sería su deseo,
como otros números dos mencionados en la obra, porque la vida está llena de
personas que son el número dos, quizá todos seamos en algún momento el número
dos. Me voy a quedar pensando en ello. Si un libro me hace pensar más tiempo
del que me lleva leerlo, ha merecido la pena. Ver veremos, pues.
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