lunes, 2 de julio de 2018

LA SEGUNDA VEZ QUE YO NACÍ

Hace seis años una noche como ésta no dormí mucho. Sabía exactamente que al día siguiente mi vida iba a cambiar para siempre y estaba muy emocionada. El momento más deseado estaba a punto de llegar. Confieso que tenía miedo, miedo a cómo sería el acontecimiento, miedo a que algo pudiese salir mal, miedo a que mi sueño no cuajase... lo reconozco, soy una persona miedosa. 

Hoy es un día para releer La primera vez que nací, no voy a hablar de las excelencias del álbum ni de cómo puede aplicarse al aula, mi amiga Flor ya lo hizo magistralmente, como ella saber hacer las cosas, en el blog Bosque de lecturas (os dejo el enlace https://bosquedelecturas.wordpress.com/2016/04/20/la-primera-vez-que-cumpli-trece-anos/). Ahí tenéis información madres, padres, profesores y profesoras y cada cual que lo aplique como le plazca y lo sienta, porque es un libro para sentirlo.

Vuelvo a releerlo hoy porque mañana mi peque, mi heredero, cumple seis añitos, o seis añazos según quién lo mire. Así que nuestro día ha estado plagado de emociones. Hemos despedido sus cinco años como se merece una gran despedida que da paso a un niño mayor. Adiós a mi bebé, hola a mi niño. Hemos ido al cine, hemos visto El malvado lobo feroz (muy recomendable) y en mitad de la película, cuando las dos madres, la biológica y la adoptada, están en un tira y aflora por la crianza de sus pollitos, cuando yo empezaba a emocionarme, miré a mi hijo y lloraba, lloraba con una emoción sentida. Dicen que se parece a su padre, lo dicen, pero no es cierto, pues siempre que él llora, es a su madre a quien se parece. Somos dos llorones incontrolables. Pero es tan bueno no reprimir las emociones por mucho que los demás se burlen...

En fin... estos días, en que su cumpleaños se acercaba, y los íbamos contando, como se deshojan las margaritas, me quedan cinco, me quedan cuatro... me ha ido preguntando, cuál fue mi primera palabra, cómo fue mi primer día en el hospital, y cómo me vestías, cuéntame más cosas de mis primeros días...

Por supuesto que le cuento, le cuento que la primera vez que me lo pusieron encima tuve que contener las lágrimas para que no me conociese llorando; que, en cambio, él no lloró y me asusté muchísimo porque en las películas siempre había visto que los niños lloraban al nacer; que lo llamé por su nombre y me miró; que lo vestí con la ropa que su abuela le había hecho y en el hospital me riñeron porque tenía que llevar la ropa de hospital; que le hice muchas fotos -tuve que prometerle, cruzando los dedos, que ninguna con la "asquerosa" ropa de hospital -como él la llamó-; que lloraba muchísimo cuando estaba desnudo; que su padre y yo nos pasamos toda la noche mareándolo a ver si dormía, a ver si comía, a ver si respiraba, a ver si tenía frío, a ver si tenía calor... -se parte de risa con esta anécdota de los padres primerizos-; que su primera palabra fue "agua" -que en literatura es fuente de vida-; que la primera vez que escuchó la batidora se puso a llorar como un loco y también la primera vez que escuchó el secador de pelo; que la primera vez que comió un paraguayo le encantó, aunque ahora no quiera probarlo; que la primera vez que probó el queso supo que era un manjar del que siempre quiere seguir probando; que...que...

Mañana releeremos juntos La primera vez que nací y me someteré a sus primeras veces, esas que todavía soy yo quién puede contárselas, porque habrá otras primeras veces que él tardará mucho en contarme a mí, y algunas que nunca me llegue a contar. 

De lo que sí estoy segura es de que la primera vez que él nació, fue la segunda que yo nací. Gracias a él he aprendido a vivir mejor, porque he aprendido a mirar. Me he pasado la vida viendo cosas, he tenido que nacer por segunda vez para darme cuenta de lo importante que es mirar. Yo nunca había mirado arriba, nunca había pensado que esos puntitos de luz que vemos en el cielo pueden ser planetas. Nunca había mirado a mi alrededor como tampoco había mirado hacia abajo. Me había pasado la vida viendo, ahora, gracias a él, estoy aprendido a mirar y es todo tan interesante a mi alrededor, que hasta las matemáticas las miro de otra manera.

Hay días muy especiales y el 3 de julio, es un día genialmente especial.

1 comentario:

  1. Comparto contigo esas sensaciones, la sensación de aprovechar cada beso y cada abrazo para tener bastantes acumulados para cuando sus prioridades sean otras. Bravo por los llorones, por que de los llorones es donde estan las personas sensibles, capaces de contagiar al resto de la humanidad, logrando hacer de lo amargo un agridulce. Felicidades a ese gran pequeño gigante y felicidades también a su mamá.

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