A veces me levanto y soy Adelia. Esa “A-“ inicial me vuelve
oscura, tosca... Enseguida me doy cuenta y debo recordarme que se necesita luz,
que la “A-“ me pesa, y me la quito, me vuelvo Deli.
En ocasiones, es cierto, voy por la calle siendo Adelia, llego
a trabajar y sigo siendo Adelia, incluso puedo volver del trabajo con una “A-“
muy grande.
Otras, en cambio, lo percibo muy rápido y me despojo
prestamente de la “A” inicial.
Sin duda, los mejores días son cuando al despertar me siento
muy Deli y no hay ningún acontecimiento que me devuelva la “A”.
Desde el nacimiento de mi hijo, he de reconocer que nunca me
he levantado siendo Adelia, jamás. La maternidad me ha hecho vivir de otra
manera, sentir de otra manera y querer encender el mundo (lo cual no evita que
alguna que otra vez sea Adelia, qué le vamos a hacer, a veces, la sociedad, la justicia, la vida es tan oscura que mimetizo con ella).
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