domingo, 29 de marzo de 2020

COMPRENSIÓN LECTORA Y EXPRESIÓN ESCRITA EN 3º ESO A y B. Actividad del Lázarillo. Semana del 16 al 20.


Este que tenemos en la foto es el Tratado IV del Lazarillo de Tormes en la edición adaptada de Vinces Vives. 

Hemos pedido a los alumnos y alumnas de 3º de la ESO que cuenten esas "otras cosillas" que Lázaro no quiso decir. Algunos lo han hecho como lo hubiese contado el propio Lázaro de Tormes; otros, con su propia voz.

He aquí algunos de esos textos...

Lucía, 3º A.

TRATADO  IV 
¿Qué cosillas haría el fraile de la merced de las que Lázaro no quiere hablarnos? 
El fraile de la Merced se dedicaba a ir buscando mujeres para pasar el rato , allí en sus casas se emborrachaba con ellas y las mujeres les quitaban el dinero que llevaba e intentaban engatusarlo . Como todas lo sabían se aprovechaban de él y el fraile iba como un tonto todos los días de casa en casa para tener a esas mujeres contentas y él estar feliz con su compañía , eso a Lázaro no le gustaba y lo veía impuro y sucio viniendo de un fraile , que se tendría que dedicar a rezar y hacer el bien , pero era todo lo contrario , un viejo verde , que solo pensaba en las mujeres , en divertirse , en buscar solo su bienestar y placer y no ocuparse de nada mas , solo estaba su entretenimiento , despilfarrando el dinero y dándose a sus vicios .
Óscar, 3º A.

El fraile de la Merced
       
Como ya mencioné anteriormente, el fraile era bastante mujeriego y además me hacía caminar demasiado. Pues en una de estas caminatas me dijo que tenía que visitar a alguien, y cuando me decía esto, se podía referir a alguien para hacer negocios o a una mujer para “hacerle la cama”, generalmente a esto último.
Tras una larga caminata, teniendo los zapatos completamente destrozados de tanto andar con el fraile, llegamos al destino. Era una casa de alguien que parecía tener dinero. Entonces la recibió una criada cuyo dueño estaba ausente y mi amo me dijo de esperar fuera, como siempre. Cuando ellos ya estaban dentro, me di cuenta de que algo de sonido escapaba de la casa y podía escucharlos. Sé que el fraile le habló de tener relaciones con ella y que ella lo rechazó diciendo que, si su dueño se entera, la mataría. Después empezaron a discutir, lo sé porque se levantaron el tono, pero no podía entender lo que estaban diciendo. La discusión paró de repente cuando escuché golpes y la criada gritando. Me asomé disimuladamente por la puerta y vi que mi amo la estaba aporreando con un bastón, y no paró hasta que la mujer cedió. Tras esto decidí que no quería saber más de él, así que me fui a buscar a otro amo al que servir.
No sólo es por esto por lo que lo dejé, no me hacía mucho caso y tampoco me daba de comer lo suficiente, sin mencionar las largas caminatas por las que este me hacía pasar además de ser infeliz estando a su servicio.
Daniel, 3º B.

Lázaro se emplea con un fraile de la Merced

      Tras días pensando lo aliviado que me sentiría contando todo lo que este misero y ruin señor ha hecho, para que un día, no muy lejano, sea castigado. Decidido y hecho está, aquí los horribles actos de un fraile de la Merced, mi cuarto amo.
      Lo único que he revelado hasta ahora son sus amigas mujerzuelas, pero no he contado la historia, y creo que es el momento. Aquel día que llegué al pueblo, unas agradables señoritas me llevaron hacia lo que pensaba que era un encantador fraile de la Merced con el que podría sobrevivir, al menos dos largos meses. Después de unos días empecé a darme cuenta de que el fraile no asistía al convento ni hacía actos de buena caridad, más bien solo era fraile por los pocos lujos que le ofrecía serlo. A este amo le encantaba recibir visitas, tan bien las trataba que se pasaban horas en su habitación hablando, y siempre solían salir todas con una gran sonrisa, de punta a punta. Ah, casi se me olvida, todas y cada una de sus visitas eran mujeres, dato que me pareció curioso al principio. A parte de recibir visitas, muchas veces, el también era la visita en casas ajenas, y parecía que tenían el mismo método de recibimiento porque siempre llegaba a las tantas de la madrugada. En poco tiempo dejé de ser tan inocente y me dio cuenta de lo que ocurría entre esas señoritas y el encantador fraile. Que faltase al respeto a todos los trabajos religiosos no era lo que más me entristecía de esta historia. Cuando me fui por fin de ese maldito pueblo, por esta razón y muchas más que contaré, me enteré gracias a las vecinas que se asomaban a los balcones y gritaban desde un lado de la calle a otro contando los jugosos cotilleos de todos los pueblos de la zona, que mi querido fraile, había amenazado y sobornado a medio a las personas que estaban al tanto de sus excitantes historietas, para que no dijesen nada su Merced, incluso llegó a amenazar a otros frailes.
      Ahora que ya he contado una de sus grandes historias, pasemos a la siguiente, yo la llamo: “¡Pero por dios, Amo!”. Esta historia es breve y no con muchos detalles que explicar. Una mañana demasiado calurosa de abril, mi amo me regaló unos zapatos nuevos para estrenarlos ese mismo día, pero no estrenarlos con un agradable y relajante paseo como al principio pensé. Me mandó subir cuatro colinas, bajar dos, caminar dieciocho leguas hasta llegar a un mercado donde vendían el mejor pan de la zona y de paso acercarme hasta la casa de un viejo amigo suyo a por vino. Después me mandó ir hacia una abandonada casa a dejar una misteriosa carta que al no responder nadie, tuve que dejar al lado de un viejo banco de piedra. Ahora me tocaba regresar a casa y con mucha suerte encontré un camino más corto con el que me ahorraba subir una colina y bajar dos, por el camino me encontré una ría donde pude beber agua y meter un poco en una botella de cerámica que me encontré abandonada. Seguí mi camino y llegué antes de lo previsto, exactamente una hora antes. Llegué a casa peor estaba cerrada, mi amo no había vuelto, así que decidí tomar mi paseo relajante que tanto quería, tenía los pies destrozados y los zapatos rotos, pero no me apetecía descansar, aunque ahora que lo pienso podría haberme quedado descansando. Al llegar a la plaza vi un revuelo atrás en una pequeña calle sin salida. Fui. Llegué. Había un señor robando pan. Llevaba una capa negra y no se le veía la cara. Volví a casa y ya estaba abierta. Al entrar veo a mi amo colocando la comida en la mesa, y sacando el pan de una bolsa de tela negra. Cuando me vió se asustó y tiró la bolsa hacia atrás, “¡Qué pronto has llegado!, me has asustado. ¿Traes todo lo que te pedí?”, eso me dijo, y yo le hablé del robo. Se sorprendió. Yo no era tonto, pero el sí, las únicas personas que tienes una capa de tela negra en este pueblo son los frailes, porque así lo quiere la Merced. Que coincidencia más oportuna.
        Tiene más historias, como aquella vez que fui a un pueblo a dos kilómetros donde mientras yo estaba ayudando a una señora, el agredía a un señor del mercado que le dijo que no le quedaba más chorizo. O también la famosa aventura de la vecina casada y el amo, ahora localmente, o qué digo, mundialmente conocida. Y por estas razones y mucho más robos y discusiones me f… ¡Esperad! ¡Casi se me olvida! Aunque me gustaría que se me olvidase por completa esta desagradable historia…
        No os he hablado casi de la Merced, aunque no tengo muchos recuerdos con él, solo cuando el fraile me llevó el primer día a la comida del convento que por casualidad estaba él allí. Mi amo me presentó, orgulloso de haberme encontrado, bueno, de que las mujerzuelas me encontraron para él. La Merced, un señor serio pero inocente. Mi amo le quería mucho, porque era su obligación, pero notaba noté siempre algo de envidia y rencor hacia su Merced. Pero tanto como para hacer eso no lo percibí.
       Una mañana de mayo, el amo se había levantado furioso, no me había dado de desayunar, solo quedaba un poco de pan así que fue lo único que comí en todo el día, eso y un poco de vino, ya que mi amo no apareció ese día. No tenía nada que hacer, solo pude oír a los pájaros piar. Por fin llegó a casa eran las doce de la noche y llegó muy cansado. Esa noche no pude dormir, encontré gotas de sangre en su camisa, y me imaginé miles de razones del por qué de esa sangre. Me imaginé de todo, y nada me sorprendía viniendo de él, pero eso me sorprendió. A la mañana siguiente picaron a la puerta muy fuerte, unas cinco veces. Me levanté y abrí la puerta era un fraile compañero de mi amo. Muy preocupado me preguntó si él estaba y le dije que fuese a despertarle, porque pensaba que seguía durmiendo. Al llegar a la habitación no estaba, tenía la cama hecha, y la camisa con sangre la había lavado. Muy alterado y casi en el llanto el fraile me dijo: “¡Vuestra Merced está muerto! ¡Le encontró su sirvienta muerto apuñalado, lleno de sangre, con una bolsa negra en la cabeza!”. Me caí al suelo. No podía respirar. Me levanté y me fui muy rápido. El fraile no se movió y se quedó llorando. No sabía a donde ir, pero quería irme lejos, lejos de mi… mi…, no puedo llamarle amo. Mientras me iba sin mirar atrás el llanto y los comentario de las vecinas me hacían saber que tenía que irme de ese horrible lugar.
       Ahora que lo acabo de decir, es verdad, me siento aliviado, me he quitado un gran peso de encima, pero sigo sin saber el por qué de todo, el por qué de sus actos. Ojalá pague por sus daños, ojalá pague por todo el llanto que hizo derramar, ojalá lo que viene después de esto no sea peor.

Nerea Vega, 3º B.

Gracias a todos por vuestro buen trabajo. Podría haber elegido otros textos representativos. Los ha habido francamente buenos.



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