lunes, 21 de noviembre de 2022

¿Un monstruo nace o se hace? El acoso



¿Un monstruo nace o se hace? Por lo que he leído y lo que he vivido: un monstruo lo hacemos entre todos. Cuando el doctor Víctor Frankenstein crea su ser, éste despierta miedo solo por su presencia, su tamaño, su forma… nadie se permite conocerlo, asusta, su aspecto les resulta monstruoso. Este ser no es un monstruo, solo se portará con crueldad cuando le ruega a su creador que le haga otro ser como él con quien compartir su amor. El doctor se niega, sus razones éticas tiene (siempre se tienen razones para todo), y el ser se convierte en un monstruo: le falta amor, le falta comprensión.

Ahora no, Bernardo, álbum ilustrado de David Mckee, también nos enseña que al monstruo lo creamos quienes lo rodeamos, pues nunca tenemos tiempo y amor para dedicarle. Donde viven los monstruos, otro clásico libro-álbum, de Sendak, viene a contarnos lo mismo.

¿Convierte nuestra incomprensión a algunos niños y niñas en monstruos? Posiblemente sí. No todos somos iguales, aunque sí ante la ley. No todos reaccionamos igual, aunque todos respiremos igual. Hay personas a las que les gusta destacar, y, otras, en cambio, preferimos ser grises, pasar desapercibidos. A mí mi padre me decía que como en el ejército, que no destacase ni por arriba ni por abajo. Yo no tuve problema con eso. No destacaba. Ni podía ni quería. Sin embargo, recuerdo una vez en el colegio, estaba sentada con mis dos amigas en el patio, durante el recreo, y otra niña vino, se me plantó delante y me dio un bofetón. Mi único movimiento fue poner mi mano en la mejilla dolorida. No reaccioné. Fueron mis amigas quienes denunciaron la agresión ante el tutor. Yo no lo habría hecho. Yo no habría buscado problemas, quizá con mi actitud los hubiese generado. Quizá entonces ella decidiera pegarme todos los días. ¿Qué motivó que esa niña me pegase? Ni lo supe entonces, ni lo sabré nunca.

¿Por qué a veces despertamos malestar en los otros? No tengo respuesta. Algunos dicen envidia. ¿Envidia de qué? Me pregunto yo. ¿Rabia contenida? ¿Diversión? Los motivos que llevan a unos niños o niñas a agredir física o verbalmente a otro como los caminos del Señor son inescrutables. O no. Igual se trata de observar, de buscar razones, de buscar respuestas, de intentar no pasar palabra, de implicarse, de querer una sociedad mejor y pelear por ella.

Como docente sé que a un niño, niña le pegan y automáticamente penalizamos al que agrede, al que insulta. Como docente y como tutora sé que defendemos a nuestros tutorandos, lo consideramos parte de un buen ejercicio de nuestro deber de tutores. Sin embargo, como docente con muchos años de experiencia, sé que todos los alumnos de nuestro centro de trabajo son nuestros alumnos y alumnas. Ha sido el azar, prácticamente, el que ha puesto a unos discentes y no a otros en nuestra tutoría. A veces, un buen abogado logra que no se imponga pena a un mal ciudadano.

Cuando a un niño le vacilan continuamente; le toman el pelo; le dicen “eres un árbitro de mierda”; le responden “jamás te votaré”; le hacen el vacío… ese niño o niña se va minando, se va haciendo cada vez más pequeñito.   Lo que un niño busca es aprobación y cariño; busca ser un ídolo; busca ser uno más, desea pertenecer al grupo, no sentirse fuera… Mi hijo con tres años, aún lo mantiene, nos dijo que necesitaba estar con gente de su edad. Eso es lo que les ocurre a todos, aunque algunos no lo manifiesten. Los mayores dicen “los niños necesitan niños”. ¿Qué ocurre cuando los demás niños te rechazan? ¿Qué ocurre cuando de tus debilidades, de tu personalidad hacen ellos su diversión?

Los padres pueden dedicar mucho tiempo y dinero en que el niño mejore el control de sus emociones; PERO, no puede remar solo. Un niño no puede remar solo. No podemos obligar a nadie a querer a otro, sin embargo, sí creemos que es posible enseñar a los demás que no es gracioso insultar a alguien; que no es divertido tropezarse con alguien repetidas veces; que humillarlo no nos convierte en guays; que burlarse nunca es una opción. Sí podemos educar en que dos no discuten si uno no quiere.

El pequeño Poni de Paco Bezerra nos pone sobre alerta en eso del “son cosas de niños”; Juul de Maeyer nos recuerda que lo que dicen nuestros iguales de nosotros mina nuestra autoestima si es negativo (hilo de cobre…)

En ocasiones los niños rechazaos actúan con violencia y son castigados, sermoneados, pero no nos hemos parado a pensar ¿por qué se producen esas faltas de autocontrol? ¿Cuándo se producen? ¿Quizá el vaso de las humillaciones está lleno? ¿Estará harto? Él debe reflexionar sobre sus acciones, ¿se le pide lo mismo al resto? ¿No hay a fin de cuentas dos agredidos? ¿No son acciones de recíprocas? ¿O es el que da el último el que debe ser vapuleado también por padres y docentes? Cuidado, tengámoslo presente, el que agrede primero -verbal o físicamente- nunca está solo, siempre tiene un coro de palmeros que darán la cara por él.

Ojalá entre todos, padres y docentes, podamos construir un mundo mejor, falta nos hace. Invito a maestros y profesores a trabajar este tema, quizá estos ejemplos de lecturas aquí propuestos puedan servirnos para plantear el tema. Los álbumes ilustrados admiten muchos niveles de lectura. El pequeño Poni y Frankenstein o el moderno Prometeo[1] ya son libros para niños con mayor competencia lectora, pero su lectura sin una reflexión posterior, sin un diálogo pedagógico compartido no dará sus frutos. Trabajemos.

 

 

 

 



[1] La edición adaptada de Anaya de esta obra puede leerse desde quinto de primaria. 


viernes, 18 de noviembre de 2022

Perséfone



Ya está la nieve en los picos. Ya está Perséfone con su marido Hades, mientras su madre Demeter vaga triste y melancólica a la espera de un nuevo renacer de la primavera, de un nuevo encuentro con su hija. Los rayos de sol esporádicos alivian la espera. Noviembre ya llegó.

A noviembre se le achacan muchos males, pero a mí me gusta saber que todo volverá a empezar. 

domingo, 6 de noviembre de 2022

UN ABECEDARIO DENTRO DE ÉL... HOLA



Las letras siempre han llamado su atención. Desde muy pequeño se fijaba en todas las letras que encontraba, evidentemente, por todos los sitios, porque las letras están en todos los sitios. Su fascinación por ellas siempre ha sido tremenda. Hasta tal punto que hacía las letras con su cuerpo. Era muy gracioso verlo tirado por el suelo haciendo el abecedario (hace unos años le pregunté si aún recordaba cómo hacía el abecedario con su cuerpo y me lo hizo. NO sé si ahora sabrá, tengo que preguntarle). Alguien me dijo "grábalo, echarás de menos estos momentos". Es cierto. 

Hoy me ha dicho "Mamá, mira lo que he hecho con las piezas lego. He escrito "hola" en inglés". He mirado las piezas lego, he leído "hi" y le he pedido que hiciera esta foto, porque no quiero que se me olvide este momento. Uno de sus muchos momentos de acercamiento a las letras. Nadie me ha pedido que lo escriba en el blog, pero sé que me gustará que esta historia, que este momento no se pierda. 

UN AMOR, MALA LETRA, LA FAMILIA... Sara Mesa



A veces me siento como el niño de "El traje nuevo del Emperador" queriendo decir lo que todos repiten. No lo digo, evidentemente, porque no soy tan valiente como ese niño. Ya me gustaría. Me reconozco cobarde, no voy a ocultarme. Cuando leí "Un amor" de Sara Mesa, todo lo que leía sobre el libro me invitaba a leerlo, y me convencía de que sería una lectura muy de mi agrado. No lo fue tanto. No tanto como yo  había imaginado, al menos. Tampoco era lamentable. Tenía lo suyo, aunque me hubiese gustado gritar "no es para tanto". Me sentí enfadada, ¿o sería defraudada? 

Me reconcilié con todo lo bueno que se decía de la narrativa de Sara Mesa cuando leí su obra de relatos "Mala letra". Consiguieron hacerme olvidar ese sentimiento que su novela había despertado en mí. Pensé que tal vez todo se debía a que yo me reconozco más una lectora de lo breve (en este momento de mi vida, me estoy replanteando esto también. Lo de que sea una lectora por encima de todo de narrativa breve, pero eso lo dejo para otro momento), me ha pasado con otros autores de moda en nuestra España actual (pronto hablaré de otro de estos ejemplos). En fin, a lo que iba, me reencontré con una narradora que me gustaba, pues si me gusta su relato, me gusta la escritora o escritor, que en cuanto a ese otro tipo de género, del masculino o femenino, no del literario, aún no he dicho nada.

La cuestión es que olvidada ya esa tirria que me había despertado "Un amor" porque no era lo que me habían hecho creer que yo habría de esperar, apareció por ahí el título "La familia". Me considero familiar, muy familiar; y en este momento de mi vida, la familia reconforta. Así que leí el título, me fui a una página web de una librería, de esas que en ocasiones te dejan leer las primeras páginas, y me enganché. Lo reconozco. Me enganché y me enganchó hasta el punto de que compré el libro (últimamente me está ocurriendo lo contrario, nada me engancha al principio, siempre estoy a punto de abandonar). Surgió en mí la curiosidad de qué le ocurriría a esa niña a la que no la dejaban escribir con libertad en su diario, nada de candaditos. Escribe en tu diario delante de nosotros. Como si eso fuera posible. Como si eso no entrañara en sí misma una contradicción. Parece que la palabra DIARIO va ligada a SECRETO. 

Pues bueno, me leí la historia de esa niña y la de su familia, la parte que Sara Mesa ha querido escribir, la que ha querido contar. Me llamaron la atención los juegos lingüísticos (ya me pasó en "Mala letra") apunté algunos para posibles clases, para posibles ejemplos, para posibles temas. Evocó mi infancia un juego de mi niñez-preadolescencia (fue entonces cuando me di cuenta de que Sara Mesa y yo podríamos ser de la misma generación, siendo yo de las mayores de la generación y ella de las pequeñas, claro), pensé que quizá habríamos compartido ese juguete o quizá que a ella, como a la protagonista de la historia, no se lo habían querido comprar. Recordé lo mucho que había jugado con él y lo poco que aprendí de moda, y lo que poco que ésta me ha interesado siempre -quién sabe si ahora con la vejez empiece a entusiasmarme-. Fui leyendo con avidez, porque nunca encontraré tiempo para correr, que no me gusta, pero cuando una historia me engancha encuentro tiempo para leer -ahora lo tengo más fácil-. En cambio, no me gustó nada el final. Sí me gustaron, ojo, los distintos finales que va encontrando Sara Mesa para los distintos componentes de la familia, y algunos amigos, pero no me gustó el último capítulo, lo quitaría, no sé muy bien por qué, no me llegó.

El hecho es que mi amiga, la propietaria del IG "ycolorincolorose", una lectora voraz, hizo recientemente su peculiar y extraordinaria reseña sobre esta obra en su página. Una vez más tuve que reconocer lo que siempre repito. La lectura es libre. Cada lectura se hace poniendo un énfasis particular, muy personal. Eso es precisamente lo estupendo de esta afición, que las lecturas no son lineales y únicas. Son abiertas y extensas. Así que no tenemos que hacernos ideas ni buenas ni malas por lo que otros digan acerca de tal o cual obra, hay que leer y opinar. Leer y disfrutar (evidentemente sí que hay que dejarse recomendar por aquellos que son de fiar para nosotros).